lunes, 25 de junio de 2012

¿Verguenza republicana? ¡Humor Político!


¡Qué verdad dice el titular de Cambio 21 cuando exclama que “Nunca antes, en la historia republicana, los chilenos se habían reído tanto de su Presidente de la República”![1] ¿Qué es lo que sucede con el gobierno de Piñera, que parece condenado al ridículo, al improperio y al “hueveo” constante y cuando no lisa y llanamente a la no – obediencia?

Casi diariamente pueden verse videos, fotos, imágenes y diversas facetas del Presidente en internet y en las redes sociales que lo ridiculizan al máximo. Baste recordar el “bono chocman”, dónde una muy sentida y dolorida derecha oficialista salió a defender el “acto republicano” del 21 de Mayo contra la agresión de la risa hilarante de todos esos “inútiles subversivos” – en palabras de otro chistoso afín al gobierno. Es de notar la enorme proliferación de páginas web que se dedican solamente a eso: burlarse del presidente, sus ministros y cercanos colaboradores (a Bachelet no le va muy bien, lo que confirma la burla a la “clase política” en general).

Y bueno, ¿Qué es lo que sucede? La politología explica: crisis de representatividad de un sistema político que tocó fondo. De unas instituciones que no reflejan el “sentir ciudadano”, sus demandas y que han desconectado a la “clase política” del “ciudadano común”. Sin embargo yo pregunto, ¿Qué sistema político no lleva, en sí mismo, una crisis de representatividad? A los empiristas, ¿En qué momento de la historia, un régimen político se ha visto autentica y  fielmente superpuesto con aquellos que dice representar? ¿Dónde estuvo la edad de oro de la representación? No nos dejemos llevar por el cinismo absoluto; un poco de nihilismo no está mal, pero ojo que la historia la construyen los hombres (en sentido político, no de genero claro). La representación es un hecho y es necesaria para hacer funcionar ese enorme cuerpo político – o máquina, como se prefiera, que es el Estado.

Si no es la representación el problema fundamental, ¿Por qué esa ironía respecto a Piñera, más que a otros gobernantes de Chile? Podemos buscar otras explicaciones: la condición de híper - empresario del presidente, el agotamiento de la Democracia Tutelada del modelo chileno, las injustas relaciones en la distribución de la riqueza, etcétera, etcétera, etcétera… podríamos no terminar nunca, y la derecha aun seguiría diciendo: tenemos la menor tasa de desempleo, el mayor crecimiento económico, la mejor gestión de gobierno, etc. ¿No quieren empleo? ¿No quieren comer y vivir? Bueno, únanse a nosotros, que tenemos (sino las mejores) las únicas condiciones para que esto suceda.

En fin, en medio de ese debate de sordos nada puede ayudarnos a entender la rebelión del sujeto chileno frente a la autoridad. Estamos claros que no son todos los chilenos; pero no importa, la democracia se construye con mayorías y al menos la juventud ha demostrado que el hueveo tiene para rato.

El problema de Piñera, más que de ningún otro gobernante, está en su forma. Es ridículo en sí mismo. Como sujeto individual y como sujeto político. Para analizar el primero no es necesario escribir. Solo hay que ver un rato la TV, abrir unas cuentas páginas web y reír tranquila (y privadamente) un rato. No concierne a la esfera pública.

Es al segundo de estos hilarantes sujetos al que quisiera referirme. ¿Qué representa Piñera para el chileno? (ya que está tan de moda hablar de representación). Como sujeto político, representa lo más indignante, sucio y oscuro de la actividad política: el autoritarismo del que tiene mucho dinero, de la buena familia y de “la clase”, del apellido que puede pagarse un historiador que reconstruya su genealogía hasta los Incas. Representa el arribismo y la falta de honestidad del político que, por ascender, es capaz de destruir la carrera de sus colegas. Representa las “vueltas de chaqueta” cuando dice no apoyar a Pinochet, pero con un simple click vemos en internet un video donde lo defiende como el que más. Representa el cinismo de declararse sujeto de clase media, y que en verdad es parte de los mil millonarios de este mundo. En fin, representa todo lo que es indignante en política.

Sin embargo, no nos hemos alejado mucho de las explicaciones empíricas, ¿no? Sí, pero estas no son causas políticas para una ciencia seria como la politología. Sin embargo, con una breve mirada fenomenológica las cosas cambian.

Cuando en una marcha carabineros de fuerzas especiales gasea y golpea a menores constantemente, se está gestando una forma. Y es en esta forma donde reside el impulso del movimiento político; del movimiento de los de abajo contra los “grandes”, en palabras de Maquiavelo.

Y es que los actos del poder intervienen en el estado de la opinión pública y alteran los sentidos. Al intervenir en este estado, el poder trastoca los equilibrios del consentimiento social, lo que puede llevar a cambiar el orden imperante. Al actuar así, el poder crea una apariencia, el cual es el lugar propio de la verdad de la acción histórica, impidiéndole ver la imagen de sí mismo que ofrece a los demás. Entonces, es una condición fundamental de la política desarrollarse en la apariencia. Debemos tener claro que la atribución de sentido al mundo se da en la forma de los fenómenos. Y que lo real se da en la percepción intersubjetiva (entre yoes, no en mí).

El gran error del marxismo fue abandonar esta vocación por las formas de los fenómenos y querer controlarlos por medio de la técnica del conocimiento. “Si lo social es, como dice Lukacs, una “segunda naturaleza”, sólo nos queda gobernarla como se gobierna a la naturaleza por medio de una técnica que sólo admite criterios de la eficacia, no según criterios de sentido” (Merleau – Ponty). ¿No suena parecido a la verborrea oficial sobre la necesidad de más gestión para los “negocios” del Estado?

Y es que no puedo dejar de recordar al denostado Sergio Melnick, antes del triunfo de Piñera en las elecciones y haciendo prácticamente de vocero en Tolerancia Cero, pedir “más gestión, más gestión, más gestión” como un mantra que solucionaría todos nuestros problemas.

Y bueno, ¿Cuál es entonces la relación entre denostación y denigración pública – por medio del humor – a la figura del presidente, por un lado, y la necesidad de más gestión, por el otro? Sobre la gestión es fácil: es el recurso ideológico de la derecha por excelencia. El gobierno de los técnicos, donde no cabe ni el pueblo (los que no saben) ni la democracia (asimilada a toma de decisiones burocráticas, lentas e ineficaces). En nuestro contexto eso se llama neoliberalismo. Parafraseando a Ranciere, es el orden de la policía por sobre el de la política.

Y respecto a lo primero, es la subversión del orden establecido. De las figuras políticas entendidas como autoridad. Es la política por sobre la policía, el rompimiento del orden autoritario y hegemónico, ¿el surgimiento del acontecimiento de Badiou? No lo sé, ni lo creo en el Chile de hoy. Pero esa es la magia del acontecimiento: no se puede explicar por “causas”, por lo que sería vano siquiera empezar a buscarlas.

Si bien es cierto que todo proceso contra – hegemónico, para consolidarse necesita reforzar las estructuras políticas para su mantención, primero necesita seguir una lógica de la equivalencia entre demandas que lo haga surgir. La puesta en escena que el pueblo de Chile adopte para construirse ya se está dando: en las asambleas territoriales, en las asambleas estudiantiles y de ciudadanos, en los mecanismos de igualdad que los sujetos activos políticamente practican, en la resignificación de la historia y de nuestros símbolos, como la bandera gigante de las marchas frente a la bandera gigante de Piñera. Ahí también hay representación. Pero como delegación de autoridad, tal como Rousseau la entendía ya en el siglo XVIII. No como la representación actual, que crea “clase política”.


[1] http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20120505/pags/20120505153216.html

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